Conozco a un hombre más viejo que yo y desde hace muchos años. Es un individuo educado, comedido, calculador en todo y jamás discute; es en definitiva, lo que podríamos denominar como “un hombre tranquilo”.
Pero por mi “desgracia de observador nato”; yo notaba en aquel hombre, algunos movimientos en sus ojos, piel, manos; que en momentos de discusiones gremiales, aquel hombre tenía que tener una fuerza especial e importante que sabía contener, pero yo intuía que aquella fuerza alguna vez se habría soltado o soltaría.
Como llegamos a tener una buena amistad, en un momento propicio, y estando a solas, supe llevar la conversación hasta el grado que yo quería y alabándole su forma de ser en público, más o menos le dije… “yo noto en ti una gran fuerza interior y un cierto sufrimiento para no soltar lo que piensas cuando ello era menester… tú te sabes contener en cualquier situación… pero yo no quisiera estar frente a ti, cuando esa fuerza no la puedas controlar y salga fuera”.
Aquel hombre noté como enrojeció de pronto, sus ojos tomaron una viveza inusitada y agarrándome por el brazo y con fuerza, me dijo… ¡¿Y tú como has podido ver eso en mí!?… Es simple; el pacífico o no conflictivo, no puede desahogarse cuando quiere y ello le va acumulando fuerzas negativas; las que cuando les da rienda suelta, nadie sabe hasta dónde puede llegar… aflojó mi amigo su apretón a mi brazo y sonriendo y sosegándose; simplemente me dijo… “llevas razón”… no me dijo más, ni yo le pregunté, pero aquel hombre con aquella respuesta, me confirmó plenamente lo que yo intuí… “Dios sabe las situaciones límite que habría vivido y con quién”.
En una taberna de mi ciudad y hace muchos años; entre los habituales a la misma, estaban un bravucón, gigantesco y que cuando tomaba un poco más de la cuenta, se agigantaba aún más y solía tomarla con un “bajito”, que allí entraba como él a tomar vino… “lo comprometía, le hacía ver su poca estatura y su poco peso, e incluso algunas veces, con una sola mano, lo agarraba de las ropa del pecho y lo subía a pulso, para demostrar su poderío y provocar la rechifla de algunos de la concurrencia. El bajito, aguantaba todo lo aguantable y cuando no podía mas, se iba y punto.
Pero un día, al ser levantado de tal guisa… “no notó al principio lo que le iba ocurriendo a medida que levantaba al bajito… y lo que le iba ocurriendo es que una muy afilada navaja, le iba rasgando la tripa, desde el bajo vientre y el corte le llegó hasta el pecho”… murió desangrado y destripado.
Son cosas que ocurren cuando “el abuso las provoca” y sé por mis muchas observaciones y trato de gentes, de toda clase y condición… que hay que tener mucho cuidado con el pacífico y por cuanto, cuándo el pacifico que siempre retrocede… al llegar al punto de que a sí mismo se dirá… “hasta aquí hemos llegado”; cuando dice de… “tirar para adelante”… mejor no estar en su línea de ataque… por ello yo suelo decir en estos casos… “Dios nos libre de la fuerza de un pacífico”.
En la actualidad ya se van dando conatos de actos violentos y producidos por gentes, incapaces de “pisar una hormiga”; los que acorralados, indefensos y muchos considerando que “ya lo tienen todo o casi todo perdido”; están empezando a… “tirar p´alante”; y es que “la cuerda ya la han tensado tanto, que se está deshilachando y puede romperse en más de una ocasión” y después… una vez rota, ya será bastante peliagudo el recomponerla… “y los pescadores a río revuelto, seguro que ya tienen las redes preparadas, lanzadas… e incluso recogiendo alguno que otro pescado”… ¿Se dan cuenta de todo ello los que dicen gobernar? Yo creo que no. Por ello aporto dos hechos históricos.
Cuando la famosa «Revolución Francesa» se inició, no la iniciaron los hombres en principio, sino las mujeres y madres de París… agobiadas por las altas subidas del precio del pan, llegaron a no tener dinero ni para el pan de sus hijos… entonces salieron a la calle y llamando «maricones» a sus maridos y demás hombres, se unieron a ellos y empezaron las algaradas… llegaron noticias a la corte y por tanto al rey… un «alto ministro», al oír que «no tenían ni para pan»… soberbiamente gritó… ¡¡¡QUE COMAN YERBA!!! Aquello llegó a oídos del pueblo… cuando empezaron a cortar cabezas, guillotinadas por la guillotina… la del tal ministro… «FUE TIRADA A LOS ADOQUINES DE LAS CALLES DE PARÍS Y LA EMPLEARON COMO PELOTA DE JUEGO, DÁNDOLE PATADAS MIENTRAS AGUANTÓ»… lo cito como un hecho histórico y por descontado, como aviso a navegantes… puesto que un pueblo aguanta hasta un grado en que cuando se lanza… ya no hay fuerza que lo detenga y aunque luego al final, «caerá en manos de otros sinvergüenzas o incluso amorales», pero las atrocidades que puede hacer mientras tanto, son temibles y terribles.
La otra ocurrió muchísimo tiempo antes… “un gobernador de provincia del Imperio romano o persa (no recuerdo) fue destinado a aquella, con la obligación de recaudar los impuestos, mantener controlado el territorio y de paso hacerse rico… pero fue tal su voracidad, que se le sublevaron lo súbditos… y curiosamente pudieron ganarle la partida… lo juzgaron públicamente y como tenía tanta sed de oro… “atado a su silla de gobierno y en aquella explanada donde fue jugado, fundieron varias monedas de oro… y se las echaron por la garganta… con lo que indudablemente le aplacaron su sed de riquezas”.
Esperemos que cosas tan horribles no vuelvan a pasar, menos en España, que tenemos el terrible recuerdo de la última y sangrienta guerra civil… y menos en Europa, donde después de esta… “los latrocinios cometidos tienen larga y terrible historia”… Pero no olvidemos la maldición que dice que… “Los que olvidan la historia, suelen tener que repetirla”. Amén.
Antonio García Fuentes (Escritor y filósofo) www.jaen-ciudad.es
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